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lunes, 16 de julio de 2012

La felicidad de vivir sin un peso


En un principio, Schwermer comenzó intercambiando cosas: ofrecía sus servicios -desde limpiar casas hasta ayudar a la gente con sus problemas personales- a cambio de techo y comida. Pero ahora dice que no se trata exactamente de un intercambio, sino simplemente de compartir.
Schwermer ya publicó tres libros sobre su experiencia. El primero, "Vivir sin dinero", está traducido al español.
¿Se atrevería usted a desprenderse de sus más valiosas posesiones y enfrentar la vida sin un solo peso en el bolsillo?
Esto fue precisamente lo que hizo la alemana Heidemarie Schwermer hace 16 años y, según le contó a BBC Mundo, este modo de vida no le ha proporcionado más que felicidad.
Cansada de la vida que llevaba como maestra de escuela y psicoterapeuta y preocupada por la cantidad de personas sin techo que veía en su país, esta mujer que ahora tiene 69 años decidió lanzarse a una aventura con la que siempre había soñado: vivir sin dinero.
Y aunque había previsto que el experimento se prolongaría por un año, al poco tiempo se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.
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Lo mejor es la sensación de aventura. No sé qué pasará por la noche, ni al día siguiente por la mañana. No siento miedo, sino una gran curiosidad"
"Fue una gran liberación", afirma, recordando cómo regaló todo lo que tenía, incluso su departamento. "Lo mejor es la sensación de aventura. No sé qué pasará por la noche, ni al día siguiente por la mañana. No siento miedo, sino una gran curiosidad", agrega.
En un principio, Schwermer comenzó intercambiando cosas: ofrecía sus servicios -desde limpiar casas hasta ayudar a la gente con sus problemas personales- a cambio de techo y comida. Pero ahora dice que no se trata exactamente de un intercambio, sino simplemente de compartir.
"Doy lo que quiero dar y me dan lo que necesito", explica a BBC Mundo. De esta manera Schwermer cubre sus necesidades más básicas. La ropa que viste se la proporciona la gente con la que convive -desde los collares que usa hasta los pantalones o los abrigos- y los demás gastos en que incurre -desde pagar por la comida o un boleto de tren- corren por cuenta de sus anfitriones.

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