Pregunta de la lectora: Tengo 52 años. He descubierto la tercera infidelidad de mi pareja. No aguanto más engaños. Es muy difícil para mí. No soy una mujer joven para tolerarlos. Mi decisión es difícil, elegir entre 30 años de matrimonio y las infidelidades.
Respuesta de la terapeuta: La decisión siempre es difícil cuando se descubre una infidelidad. Esta elección implica dar fin a una relación que se construyó con ilusiones y con el más alto sentido de lealtad y fidelidad.
Recomiendo buscar un espacio neutral con un especialista para enfrentar las conductas de infidelidades y que al final se pueda crear un compromiso o pacto, enfocado más en la lealtad que en la fidelidad.
La fidelidad puede ser transitoria o hasta que aparezca una nueva oportunidad. La lealtad la trasciende. Va más allá, porque responde a un entramado tejido emocional de méritos, generosidad, confianza y amor. Supera el criterio de oportunismo.
La lealtad crea límites que protegen la relación de pareja de otras fuerzas excitantes y transitorias cuando no se quiere dar por terminada la relación.
Después de una infidelidad, la persona engañada debe esperar un tiempo, aun permanezca bajo el mismo techo, hasta que pueda darse cuenta del compromiso de cambio.
El paso que considero más importante para iniciar la etapa de madurez en la relación es que la persona infiel pida perdón por cada una de las infidelidades, por el sufrimiento que le ocasionó, por las mentiras, las llegadas tardes, los enojos y por el abandono al que la sometió mientras estaba en sus aventuras.
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