Desde siempre en el país, en los procesos de campañanas electorales, los partidos contrarios se lanzan toda clase de improperios, se acusan mutuamente de todo tipo de travesuras, “que fulano tal cosa”; “que mengano hizo esto…” en fin todo tipo de ofensas e insultos y acusaciones (Claro, unos más que otros) que luego pasada las elecciones todo pasa al “cajón del olvido”. Pero sucede y viene hacer que en la actual campañana, cierto candidato se ha pasado de la raya. Nunca antes en la historia dominicana, que se recuerde, se le había faltado el respeto a su dignidad en condición de mujer, a la sufrida y abnegada madre dominicana que ha llenado de lágrimas, dolor y sufrimiento los caminos que han tenido que recorrer para que hoy exista la República Dominicana. Lo peor del caso es que el susodicho candidato no se para de seguir insultando a mujeres dominicanas que no han hecho otra cosa sino servirle a la patria con desprendimiento. Es propicia la ocasión, responderle a ese machista de viejo cuño con unas palabras del Profesor Juan Bosch dicha en 1963 en la celebración del día de la mil veces maltrata y ofendida madre dominicana. (Movimiento 30 de Junio)
La madre en el drama histórico de la isla.
JUAN BOSCH:
“Hoy es Día de las Madres. Lo celebramos el último domingo de mayo (…). En la religión católica de nuestro pueblo, la Madre es María, la virgen de los siete dolores. Y está bien que sea así, porque salvo el momento en que ve nacer al hijo y oye su primer grito, cuando la alegría de haber traído al mundo una nueva vida la embriaga como una copa de licor divino, la madre siempre sufre: sufre el dolor físico del alumbramiento y sufre toda la vida el dolor moral del miedo; miedo a que su hijo se le enferme o no sea el hombre bueno que ella espera o no resulte tan inteligente como lo desearía, y sufre cada hora la anticipación de la muerte de su criatura.
(…) la madre de Jesús es el símbolo de la madre cristiana, y es por tanto el símbolo de la madre dominicana. ¿Quién ha sufrido más que esta madre dominicana? Sufrió cuando era india y llegaron los conquistadores españoles y echaron perros bravos al monte para cazar el hijo indio, y cuando tuvo hijo español y lo vio partir a la guerra para salvar el país de los piratas; sufrió cuando ya no era india ni española, sino mestiza (…) y sufrió cuando era madre esclava y veía nacer al hijo condenado a la esclavitud, (…) La madre dominicana sufrió (…) y sufrió mucho más cuando llegaron los días de las guerras sociales(…) y cuando los haitianos entraron en la parte española y pasaron a cuchillo poblaciones enteras en Santiago, en Moca, en Cotuí y en las rutas del Sur. Cuando los hombres combatían en Palo Hincado, (…) fue ella, la madre dominicana, la que vio a los hijos partir hacia las batallas y enflaquecer hasta la muerte en la ciudad sitiada.
Para hacer la Patria, entre 1844 y 1855, ¿quién dio hijos si no ella? ¿Quién quedaba con el corazón atribulado cuando los hombres iban a combatir en Azua o en Santiago? ¿De dónde habían salido los que cayeron en La Carreras y en Beller si no era del vientre de la madre dominicana? ¿y por qué rodaban a chorros las lágrimas cuando al poblado lejano, al campo perdido, llegaba la noticia de la muerte de un combatiente, si no era por las mejillas secas de la madre? La madre dominicana llevó sobre su alma el peso de la guerra cuando los españoles volvieron al país traídos por Santana y el pueblo se sublevó en Capotillo y comenzó aquella lucha sangrienta contra los que habían sido portadores de la civilización cristiana para sembrarla en nuestro suelo y en esa nueva ocasión eran ocupantes extranjeros de una República que a lo largo de once años había luchado en los valles y las lomas de la frontera y en las aguas del mar para que sus hijos fueran dueños de su patria.
Mientras los hombres se mataban en Guanuma, (…) la madre dominicana esperaba en el bohío o en la casa de yaguas del pueblo que le llegara la noticia de que el hijo había caído en la batalla. Madre adolorida como la nuestra, ninguna; madre con el corazón deshecho por la angustia como la de nuestro pueblo, ninguna. (…) nunca supiste en que perdido matorral quedó su cuerpo con una vena rota por donde la sangre que tú le diste había salido a chorros llevándose la vida que tú creaste para que fuera útil y hermosa.
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