Raúl Pérez Peña (Bacho)
El 25 de septiembre se cumple el 50 aniversario del golpe de Estado a Juan Bosch, cuyo gobierno resultaba insoportable para los poderes fácticos y para los Estados Unidos en su política de extinguir todo ambiente aprovechable por las corrientes democráticas orientadas a cambios sociales que sacaran al país del ostracismo.
Se esperaba superar con el experimento Bosch la experiencia del Consejo de Estado, y que la dinámica social profundizara cambios sustanciales programados por la Raza Inmortal que vino del exilio el 14 de junio de 1959.
Pero los núcleos sociales más atrasados se confabularon en una conspiración atizada por la embajada norteamericana expresada públicamente por distintos medios y con las manifestaciones de “reafirmación cristiana”.
Aquella intolerancia violenta culminó el 25 de septiembre derrocando a Juan Bosch, marcando un retroceso de amplio espectro que asfixiaba todo ejercicio democrático.
A partir del golpe de Estado, la involución institucional y moral registró un auge inusitado en la administración pública, aniquilando el estado de Derecho y creando un ambiente incompatible con toda idea e iniciativa sana y progresista.
Esa situación fue denunciada con tiempo por Manolo Tavárez en la plaza pública y mediante la comunicación masiva, existiendo innumerables textos y testimonios.
El gobierno de facto confirmó que antitrujillistas de fractura fracturaron el orden institucional involucrándose en el golpe de Estado. También confirmó que antitrujillistas de factura ya venían cobrando por los pellizcos que pudieron recibir bajo la tiranía.
Pese a las escasas publicaciones que recrean las ofensivas de los golpistas del 25 de septiembre, es necesario profundizar en los aspectos que muestran la contaminación extrema de proceso involutivo de entonces. Porque ahí están las raíces y las precedentes del presente dominicano.
Incluso las siglas que debieran ser escuelas antigolpistas por su origen con Juan Bosch, como el PRD y el PLD, se limitan a tímidas declaraciones de aniversario, si es que las publican.
El triunvirato y el propio balaguerato, por ejemplo, han resultado criaturas “de teta”, comparadas con los politiqueros de hoy en materia de corrupción.
El golpe de Estado anti-Bosch no puede olvidarse, como tampoco olvidan los chilenos el golpe de Pinochet contra Salvador Allende.
Veamos el presente con su propia historia.
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