LA
PEQUEÑA BURGUESÍA EN LA HISTORIA DE LA REPÚBLICA
DOMINICAN
Juan Bosch
La lucha de los trinitarios contra Santana, o dicho de otro modo, de la pequeña burguesía, sobre todo de las capas alta y mediana, contra los hateros, había llevado a los últimos al poder, y no a un poder cualquiera sino a uno implacable con sus enemigos, pero eso no significaba que la pequeña burguesía se daba por vencida; de ninguna manera. Sus representantes políticos, esto es, los trinitarios, no abandonaron la lucha
La clave para comprender por
qué la historia dominicana presenta tantos altibajos, tantos puntos débiles,
tantos momentos oscuros y de confusión, está en la existencia de la pequeña burguesía
en condición de componente mayoritario de la población del país, pero hay que
tomar en cuenta que la pequeña burguesía de nuestro país no sólo es
numéricamente más fuerte que el resto de los habitantes sino también que está formada
por varias capas, y en éstas, la alta, la mediana y la baja son minoritarias en
comparación con la suma de la baja pobre y la baja muy pobre. y además que no
sólo es así ahora, cuando somos un país de seis millones de personas sin tomar
en cuenta a más de un millón que viven en Estados Unidos y Venezuela, sino que
lo fue desde mucho antes de que comenzáramos, hace poco más de un siglo, a ser
una sociedad capitalista, hecho que podemos fechar en la década de los años 1871
a 1880 debido a que fue entonces cuando se establecieron aquí los primeros
ingenios de azúcar movidos por vapor, es decir, las primeras instalaciones en
que se invirtieron capitales destinados a extraer plusvalía del trabajo
obrero. De paso debemos explicar que quienes hicieron esas inversiones no eran
dominicanos y la mayoría de los obreros, los de las plantas industriales o de
las factorías, como se les llama aquí, eran traídos de otros lugares del
Caribe.
La pequeña burguesía, a través
de todas sus capas, tiene un lugar destacado en la historia nacional, pero
ahora no disponemos de tiempo para hacerla en toda su extensión; ahora haremos
la de su papel en la fundación y el desarrollo del Estado dominicano, y la
haremos para que los lectores de Vanguardia se formen una idea al menos
aproximada de la realidad sociológica de nuestro pueblo; una idea que les proporcione
las bases indispensables para comprender por qué en el PLD se presentan crisis
como la que dio lugar a que la dirección peledeísta le pidiera al Dr. Rafael
Alburquerque su renuncia a la condición de
miembro del Comité Central y del Partido, por qué los partidos que se auto
titulan marxistas-leninistas viven en un perpetuo movimiento de división que ha
llevado la lista de la existencia permanente o pasajera de esos partidos a un
número alarmante en los años transcurridos entre la muerte de Trujillo y el
momento en que se escribe este artículo.
El proyecto de fundación de la
República Dominicana fue obra de la pequeña burguesía de la Capital en sus
niveles alto, mediano y bajo encabezada por Juan Pablo Duarte, Francisco del
Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella. Esa tesis ha acabado siendo aceptada por
la generalidad de los historiadores y sociólogos nacionales tras varios años de
argumentación alrededor del tema de si para el 1838 ó el 1844 había o no había
burguesía dominicana. El proyecto tardó seis años en ser ejecutado, y para su
ejecución fue necesario que los trinitarios hicieran alianza con los hateros en
la porción de la isla donde se hablaba el español y con la pequeña burguesía
reformista de Haití, y desde el momento mismo en que se proclamó la independencia,
en la noche del 27 de Febrero de 1844, comenzó una lucha entre pequeños
burgueses y hateros que iba a mantenerse a lo largo de diecisiete años, o sea,
hasta que el Estado dominicano pasó a ser convertido en una provincia ultramarina
de España.
El primer intento de creación
de un aparato estatal nacional llamado a consagrar la validez histórica de la acción
del 27 de Febrero se dio al quedar organizada la Junta Central Gubernativa,
hecho que tuvo lugar el 1º de marzo, y en ese momento los hateros tomaron el
mando en perjuicio de la pequeña burguesía trinitaria puesto que en vez de ser
elegido para presidir la Junta el jefe de los conjurados que actuaron en la
Puerta del Conde la noche del 27 de Febrero, esto es, Francisco del Rosario
Sánchez, lo fue Tomás Bobadilla; y sucedía que Sánchez era miembro
de la baja pequeña burguesía mientras Bobadilla era un representante político
de los hateros, y esa elección desató en el seno de la Junta una lucha entre
pequeños burgueses y hateros que se encauzó en dos posiciones diferentes ante
el problema de qué hacer para sacar el poder de Haití del territorio
dominicano, esto es, de la porción de la isla que desde mediados del siglo XVII
se había llamado la parte española. La pequeña burguesía proponía la guerra
contra Haití sin apoyarse en poderes extranjeros; los hateros mantenían el
criterio de que la única manera de mantener la independencia nacional era
declarando el país bajo el protectorado del gobierno francés al cual se le
ofrecía el dominio soberano de la Bahía de Samaná y los terrenos que la circundaban.
La Iglesia, en la persona de su
jefe, el arzobispo de Santo Domingo Tomás de Portes e Infante, y los hateros,
en la de Tomás Bobadilla y Pedro Santana, jefe militar de las fuerzas en la
región Sur, eran partidarios de que el país pasara a ser protectorado de
Francia, a lo que los trinitarios respondían organizando complots militares,
que al fin culminaron en el golpe del 9 de junio mediante el cual la Junta fue
reorganizada, integrada sólo por trinitarios y pasó a ser presidida por Francisco
del Rosario Sánchez, que se hizo cargo de sus funciones el día 10; pero ese
golpe desataría el de Santana, y mientras tanto el Estado dominicano no se
creaba porque lo impedía la lucha de pequeños burgueses y hateros.
La primera medida que tomó la
Junta Central Gubernativa después de haber pasado a ser presidida por Sánchez
fue enviar a la región del Cibao a Juan Pablo Duarte con la misión de que
explicara en los lugares importantes —La Vega, Santiago, Puerto Plata— los
cambios que se habían operado en la Capital. Duarte salió de la Capital el 20
de junio y el 4 de julio fue proclamado en Santiago nada menos que presidente de
la República, pero un día antes había llegado a Azua el coronel Esteban Roca
enviado por la Junta con el encargo de destituir a Pedro Santana del mando del
ejército que estaba operando en la región del Sur.
La proclamación de Duarte en el
Cibao como presidente de la República, organizada por Mella sin conocimiento
de la Junta, era una muestra de la manera de actuar propia de la pequeña
burguesía en un país que carecía de las estructuras materiales indispensables
para constituir en él un Estado burgués, y el envío del coronel Roca a Azua con
una misión de alta significación política que no conllevaba las fuerzas
militares necesarias para ser aplicada, era otra demostración, y por cierto muy
expresiva, de la manera de hacer las cosas que estaba instaurando la pequeña
burguesía dominicana en el mismo momento en que el pueblo dominicano se
asomaba a la vida de un Estado soberano y por tanto independiente.
A partir del momento en que el
coronel Esteban Roca llegó a Azua la lucha entre pequeños burgueses y hateros
se profundizó a tal punto que pasaría a ser llevada a cabo no en el terreno
político sino en el de las armas. Santana había manifestado ya su aprobación a
los planes de que el país quedara convertido en un protectorado de Francia,
posición que a lo largo de los años iría evolucionando hasta llevar al mismo Santana
a pedir la anexión a España y a Báez a pedir la integración del país a Estados
Unidos a pesar de que Báez no fue hatero sino que pasó a ser, y lo fue durante
muchos años, el líder, primero de las capas altas de la pequeña burguesía y después
de las capas más bajas, pero al final de su vida política no representaba a
ningún conglomerado social, lo que explica la soledad de sus últimos años
pasados en Puerto Rico.
Ni corto ni perezoso, Santana
se dirigió a la Capital, pero no solo sino al frente de sus soldados, y entró
en la ciudad el 12 de julio; marchó por ella hasta la plaza llamada entonces de
Armas y hoy parque Colón, y allí, a los gritos de “¡Muera la Junta, viva el
general Santana!”, fue proclamado presidente de la Junta, que quedó
reorganizada con la salida de los trinitarios a quienes sustituyeron los
representantes de los hateros, entre los cuales estaban los que el 9 de junio
habían sido sustituidos por trinitarios.
El 24 de julio la Junta declaró
que no reconocía la presidencia de Duarte y ordenó la prisión de Mella; el
arzobispo don Tomás de Portes e Infante amenazó con la excomunión, el más
temido de los castigos de la Iglesia a los que se opusieran a la autoridad del
general Santana, y los trinitarios más activos en su oposición a los hateros
fueron detenidos. Por su parte, los militares santanistas decidieron
denominarse a sí mismos con el nombre de Ejército Libertador y le reclamaron a
Santana mano dura contra los trinitarios, petición a la que se sumaron muchas
personas conocidas, es decir, que tenían importancia social, todo lo
cual sirvió de base política para que la Junta declarara el 22 de agosto
traidores a la Patria nada menos que a Duarte, Sánchez y Mella y a varios otros
trinitarios de los más activos, entre ellos a Juan Isidro Pérez y Pedro
Alejandrino Pina. Los acusados de traidores a la Patria fueron expulsados del
país, pero la expulsión de Duarte se retardó porque al enterarse de lo que
estaba sucediendo en la Capital buscó refugio en campos de Puerto Plata, pero
no tardó en ser apresado y enviado al destierro.
Desde el 24 de julio la que
pasaremos a llamar la Junta hatera había convocado a elección de diputados que
tendrían la tarea de redactar una Constitución. Esos diputados habían sido
elegidos a partir del 20 de agosto, es decir, dos días antes de que los líderes
trinitarios fueran declarados traidores a la Patria y se decretara su expulsión
del país. Los diputados debían reunirse en San Cristóbal para elaborar la
Constitución, que sería la primera de la historia nacional; de ahí que hayamos
dicho que el fundador del Estado dominicano fue Pedro Santana, porque esa
Constitución, conocida con el nombre de Constitución de 1844, fue el plano
sobre el cual se organizó el Estado, y el factor político decisivo en que ella
fuera adoptada fue Pedro Santana, y lo fue a tal extremo que se negó a
aceptarla tal como salió de los trabajos de la Asamblea Constituyente si no era
enmendada para que se le agregara el artículo 210, según el cual, “durante la
guerra actual (la que se llevaba a cabo contra el ejército haitiano) y mientras
no esté firmada la paz, el Presidente de la República (esto es, Pedro Santana)
puede libremente organizar el ejército y la armada, movilizar las guardias de
la nación; pudiendo, en consecuencia, dar todas las órdenes, providencias y
decretos que convengan, sin estar sujeto a responsabilidad alguna”.
Ese artículo 210 de la
Constitución de 1844 es un documento de la historia dominicana al mismo tiempo
político y sociológico, porque por sí solo
demuestra que aunque el 27 de Febrero fue obra de los trinitarios, la fundación
del Estado fue la de los hateros representados por Santana, y a su vez, el papel
de fundadores del Estado reforzado con la amenaza de excomunión hecha por el
jefe de la Iglesia contra todo el que se opusiera a la autoridad de Santana
demuestra de manera irrefutable que los hateros formaban antes del 27 de
Febrero el sector social dominante del país, pero pasaron a ser el poder gobernante
a partir del 16 de julio, día en que Pedro Santana, su jefe militar y político,
fue elegido presidente de la Junta Central Gubernativa.
Al decir que el 16 de julio de
1844 los hateros habían pasado a ser el sector social gobernante del país
debemos aclarar que en el folleto número II (dos) de una mini-serie escrita en
1979 para la Colección Estudios Sociales decíamos que “los hateros no eran una
clase sino el sector sobreviviente de una oligarquía esclavista que pasó, con
la desaparición de la industria azucarera, a convertirse en oligarquía
esclavista patriarcal, y aunque su declinación como el sector social más
importante del país había comenzado en los inicios del siglo XIX, se conservó
en los años del gobierno haitiano (de 1822 al 1844) como un conglomerado con
características propias, pero que iba perdiendo su condición de centro de la
sociedad nacional debido a que en los terrenos económico y político iba tomando
fuerza una pequeña burguesía comercial cuyo desarrollo era alimentado por una
pequeña burguesía agrícola que se hallaba en etapa de ampliación numérica...”.
Al tomar el poder político y
militar en el año 1844 los hateros estaban en proceso de disolución, y en
cambio iba en ascenso la alta pequeña burguesía comercial, y con ella, naturalmente,
la mediana pequeña burguesía del mismo sector, esto es, la dedicada de manera
exclusiva al comercio detallista, y las dos habían hecho su entrada en la
historia con la creación, la organización y el sostenimiento durante seis años de
la Trinitaria.
En esos tiempos en nuestro país no se tenían ni siquiera nociones de lo que era la lucha de clases y por esa razón se dio cuenta de que los hateros formaban una fuerza social dominante porque podían proporcionarles a las masas más pobres, que para entonces eran mayoritariamente campesinas, tierras para que produjeran ellas mismas los víveres con que hacían sus comidas, carne de res y leche, pero sucedía que los hateros estaban siendo desplazados de ese papel de poder dominante porque el país había ido convirtiéndose año tras año en suministrador de tabaco a compradores europeos, y quienes mediaban entre los pequeños agricultores que cosechaban el tabaco y los compradores extranjeros eran los comerciantes de La Vega, Moca, Santiago, Puerto Plata, que iban haciendo poco a poco fortuna porque con el dinero que recibían del tabaco vendido traían al país mercancías que el pueblo dominicano necesitaba pero no podía producirlas debido al atraso económico en que se vivía.
El papel de intermediarios
entre la pequeña burguesía nacional productora de tabaco y los compradores
extranjeros de ese tabaco convertía a los comerciantes dominicanos, y de manera
acentuada a los que se hallaban establecidos en las ciudades de la región
tabaquera del país, en partidarios del sistema político en que vivían los pueblos
donde se hallaban los mercados compradores de la rica y aromática hoja, es decir,
los que estaban organizados según lo mandaba la burguesía, que para esa época
—a mediados del siglo pasado— eran sobre todo Francia, Inglaterra y Estados
Unidos.
La inclinación de la alta y la
mediana pequeña burguesía comercial dominicana hacia el régimen político
francés, inglés, norteamericano, que tenía su origen en las actividades de las
cuales dependían sus medios de vida, determinó que esos comerciantes formaran
el núcleo de lo que sin ser un partido político acabó llamándose “los
liberales” mientras que los que se les oponían eran
“los conservadores”; el líder de los liberales fue Juan Pablo Duarte y el de
los conservadores era Pedro Santana; pero el lector debe tener en cuenta que en
una sociedad de economía sumamente débil como era la nuestra no podía haber
corrientes políticas sólidas, y por esa razón a lo largo de los años de la
primera República, que fueron diecisiete, hubo liberales conocidos que pasaron
a ser santanistas, esto es, conservadores, y conservadores que pasaban a ser,
si no liberales al menos antisantanistas, como fue el caso de Tomás Bobadilla,
y los había que hoy eran liberales, mañana conservadores y al día siguiente
otra vez liberales.
Una vez coronada la
Constitución con el artículo 210, que le dio al Estado dominicano, desde el
primer momento de su formación, el carácter de Estado hatero, Pedro Santana fue
elevado al cargo de presidente de la República, y no así como así sino por dos
períodos consecutivos cada uno de cuatro años, de manera que le tocaba gobernar
hasta el año 1852, y tan pronto se hizo cargo de la presidencia constituyó un
Consejo de Ministros, lo que significa que a partir de ese momento la maquinaria
estatal hatera comenzaba a funcionar y funcionó de tal forma que al cumplirse
dos meses del establecimiento del gobierno organizado según lo mandaba esa
Constitución Pedro Santana creó un instrumento que le permitiría aplicarles a
sus enemigos políticos, esto es, a los trinitarios, todo el poder de esa
maquinaria estatal. Ese instrumento fueron las Comisiones Militares,
establecidas el 18 de enero de 1845 para que se pusieran en función
inmediatamente.
La lucha de los trinitarios
contra Santana, o dicho de otro modo, de la pequeña burguesía, sobre todo de
las capas alta y mediana, contra los hateros, había llevado a los últimos al poder,
y no a un poder cualquiera sino a uno implacable con sus enemigos, pero eso no
significaba que la pequeña burguesía se daba por vencida; de ninguna manera.
Sus representantes políticos, esto es, los
trinitarios, no abandonaron la lucha, y Santana lo sabía. Por eso las
Comisiones Militares, creadas para juzgar y condenar a los que conspiraran para
actuar o actuaran de alguna manera contra el Estado, sus servidores o sus
intereses, entraron en acción nada menos que una semana después de
establecidas, y lo hicieron juzgando y condenando a muerte por fusilamiento a
María Trinidad Sánchez.
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