(El Caribe, Santo Domingo, 29 de septiembre de 1962, p.16.)
La mayoría de los dominicanos, especialmente la gente de los campos y de las orillas de los pueblos, hablan en forma distinta de los que viven en el centro de los pueblos y de la Capital, y especialmente de los que han estudiado para ser bachilleres, doctores, abogados, ingenieros y otras carreras. Por eso se explica que algunas palabras significan una cosa para la gente de los campos y de los barrios de los pueblos y la Capital y otra cosa para la gente que ha estudiado. Por ejemplo, ése es el caso de la palabra “cuentista”.
Para la mayoría de la gente, cuentista es el que engaña, el que habla mentiras; pero para la gente que ha estudiado, cuentista es el que escribe cuentos; y si usa la palabra cuentista en el otro sentido, lo hace de mala fe, para engañar a los demás.
Ustedes saben que no nos gusta hablar de nosotros mismos. No somos soberbios; no decimos que valemos más que nadie. No somos vanidosos; nunca hemos hablado de lo que hemos hecho. Pero hoy tenemos que hablar de nosotros mismos, y por eso vamos a usar la palabra “yo” en vez de la palabra “nosotros”. Con la palabra “nosotros” nos referimos siempre al Partido, al PRD; y con la palabra “yo” vamos a referirnos a nuestra persona, cosa desagradable, pero que por obligación debemos hacer para quitarles la careta a los que hasta en cosas pequeñas engañan a los dominicanos humildes, a los hombres y las mujeres que no tuvieron la suerte de estudiar bachillerato ni ir a la Universidad.
Mucho antes de salir de la República Dominicana, cuando todavía era un jovencito, empecé a escribir cuentos; y como el cuento es lo más difícil de escribir, y tuve la suerte de que los que yo escribía les gustaban a los que los leían, en poco tiempo fui conocido fuera de la República Dominicana por lo que escribía. ¿Y cómo era lo que escribía y sobre qué escribía? Pues lo que escribía era siempre sobre los abusos, las maldades que se cometían con los campesinos y los trabajadores de esta tierra; escribía sobre los hombres y las mujeres infelices de los campos y los barrios; escribía sobre sus sufrimientos y sus esperanzas. Porque yo crecí en Río Verde y en El Pino y vi desde muy chiquito esos abusos, esas maldades; conocí desde muy chiquito los sufrimientos y las esperanzas de la gente humilde de mi país; y siempre llevé en el corazón la amargura de ellos, siempre tuve en el corazón el peso de esas amarguras que nunca han conocido ni jamás conocerán los tutumpotes que aumentaban y aumentan esos sufrimientos con su explotación.
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