San Salvador (PL) Sobreviviente de terremotos, con un pasado de guerras, golpes militares y escenario aún de una tenaz lucha por un mundo mejor, San Salvador sigue hoy orgullosa como la capital de El Pulgarcito de América.
Extendida en el valle de Zalcuatitán, ha ido trepando los cerros y el volcán que le rodea, con su rostro marcado por la elegancia de las zonas de la opulencia y otras, más, por la vida amarga de la pobreza y el desamparo.
Por sus calles circulan a diario cientos de miles de personas que son, con seguridad, su mayor riqueza: gente amable, valiente, laboriosa, comunicativa, con la sonrisa presta y el gesto cortés.
Vista desde lo alto de los cerros, apenas se observan edificios altos, hecho que en alguna medida se relaciona con la frecuencia de los temblores de tierra, lo que condujo a los conquistadores españoles a rebautizar el lugar como El Valle de las Hamacas.
Dos versos del Himno Nacional, correspondientes a la segunda estrofa que dejó de ser cantada oficialmente desde el 7 de octubre de 1992, encajan con su vida y su pasado:
Dolorosa y sangrienta es su historia,
Pero excelsa y brillante a la vez.
Es así desde el principio. Cuando los españoles invadieron en 1524 el Señorío de Cuscatlán, del pueblo pipil, apenas 17 días después se vieron obligados a retirarse, con su capitán, Pedro de Alvarado, herido.
De la época, sobrevive en el imaginario popular la leyenda del cacique Atlacatl, por su resistencia a los invasores, y cuya existencia real fue negada siglos después por varios historiadores.
Según la bibliografía consultada, se estima su la fundación de San Salvador el 1 de abril de 1525.
En 1546 la lejana corona española le otorgó el pomposo título de ciudad al precario asentamiento, cuya plaza de armas es hoy la Plaza Libertad del corazón histórico de la ciudad.
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