Escrito por: José Silié Ruiz
Destino, designio o decisión, me pregunto yo si serán estas “D” las razones para que una persona fracase en la vida, pero de manera lógica debemos preguntarnos primero qué es el éxito.
Ni para uno ni para otro cuestionamiento tengo las respuestas adecuadas; de tenerlas, en el Vaticano me invistieran como Papa o Bill Gates me contrataría pagándome un dólar por cada comunicación de sus usuarios y yo lo aceptaría gustoso, pues me permitiría repetir la agradable experiencia que tuve hace un tiempo de una recepción a toda suntuosidad en la riviera francesa en un lujoso yate fondeado frente al port de Fontvieille de Mónaco.
Contrariamente, si tuviera yo las respuestas a la infelicidad y al fracaso de muchos en el mundo, sería entonces el propietario de ese buque y de otras propiedades palaciegas en Londres, París y New York, en ese orden por mi gusto particular, y en todas ellas recibiría como invitados a mis amables amigos lectores, con una copa de champagne de la muy exquisita Cristal de Louis Roederer. El afortunado Pilarín puede soñar, no cuesta nada.
Veamos objetivamente cuáles son las herramientas que podemos incorporar en el cerebro de un niño, para que logre el éxito, todo esto antes de los siete años, para que procure ser un adulto feliz. Las enseñanzas deben hacerse temprano en la vida, pues todo el basamento de la personalidad se estructura antes de ese período, a partir de ahí hay “maduración”. Sin negar la “dialéctica” humana y de que las improntas cultural y social son decisivas en esa búsqueda de la felicidad. Pero volvamos a los niños, sustento que lo primero es, que puedan lograr una autoestima adecuada y una seguridad de sí mismos, que les dará las armas para lidiar con las adversidades y retos que conlleva el estar viviendo en este efímero valle de lágrimas.
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