La psicología es la disciplina académica que estudia la conducta y los procesos mentales de los individuos, analizando múltiples aspectos del funcionamiento del cerebro humano: la atención, la conciencia, las emociones, la inteligencia, la percepción, el pensamiento, la personalidad, el razonamiento o las relaciones personales en sus más variadas facetas. De su estudio se extraen importantes conclusiones no sólo académicas, sino también prácticas que pueden influir en múltiples aspectos de la vida, tanto individuales como sociales: educación, política, sanidad, economía, etc. Y como en todas las ciencias la rotundidad de sus conclusiones depende muy mucho de la calidad de su método experimental y parece que ser que la psicología se ha especializado en demasía en un segmento muy particular de la población, grupo para nada representativo y hasta casi marginal, del que luego extrapola sus conclusiones para el resto de la sociedad y de la humanidad en su conjunto.
En todo estudio científico es fundamental una adecuada elección y control de los denominados “Materiales y Métodos”: reactivos, equipos de medida, condiciones de experimentación, etc. Y en el caso del estudio de ser humano en cualquiera de sus facetas, la selección de los individuos a estudiar es imprescindible que sea lo más representativa del conjunto de la población a la que luego se va a extrapolar los resultados. Así por ejemplo, en un ensayo clínico de un medicamento se intenta que la muestra de estudio replique de la manera más exacta el conjunto de la población a la que va a ir dirigido el fármaco: sexo, edades, etc. Es obvio que tratamientos diseñados contra una enfermedad infantil o un problema ginecológico deben ser probados sólo en niños o mujeres y que los datos extraídos de su utilización en varones adultos no tienen ninguna relevancia. Y el caso de los estudios de campo de la psicología no es una excepción a esta regla.
Sin embargo en ciencia, muchas veces no se realizan los experimentos en las condiciones ideales porque o bien son muy difíciles de ejecutar o también por un poco de comodidad: si hay un método de fácil uso aunque imperfecto, mientras que el adecuado es difícil de realizar, pues el investigador estará tentado (no olvidemos que un científico es una persona más o menos normal, sujeto a las mismas presiones y condicionamientos que el resto de la población) a optar por el camino fácil.
Así por ejemplo si se quiere diseñar un estudio para analizar el razonamiento deductivo, la elección de parejas o la toma de decisiones política aplicable al conjunto de la sociedad, el método científico más elemental exige que la muestra de sujetos sea lo más representativa de esa misma sociedad, a no ser que queramos que nuestro estudio se titule (en aras de la exactitud científica) por ejemplo “Selección de pareja en ancianos residentes en una comunidad aislada del norte de Soria”, en cuyo caso poco interés va a despertar entre la comunidad científica y muy probablemente no será utilizado nunca para determinar políticas sociales de fomento del matrimonio en EEUU o de análisis de la problemática del divorcio en Alemania.
Entonces ¿porque en nuestro ejemplo ficticio del estudio sobre relaciones de pareja se puede seleccionar un subconjunto tan limitado de individuos? Pues la respuesta más evidente es que si el psicólogo en cuestión está trabajando en una residencia de ancianos de un pueblecito de Soria tiene muy a mano a cierto tipo de sujetos de experimentación, mientras que realizar el mismo estudio para el conjunto de España: ciudades diversas, espectro de edades muy amplio, etc. es prácticamente inviable para este investigador. Y siempre y cuando se publique el estudio se indique claramente que estas conclusiones son únicamente para ese tan particular subconjunto de españoles y que su extrapolación a otras edades o condiciones socioeconómicas necesita de nuevos estudios adicionales, no hay problema ninguno. La verdadera contrariedad es cuando los autores del estudio dejan volar su imaginación y en base a una muestra muy limitada y sesgada de individuos se afirma que el comportamiento detectado es la norma en la sociedad o incluso del conjunto de la humanidad. Y ello es peor cuando esas extrapolaciones son la norma en el campo, y además se realizan por prestigiosos investigadores de las más afamadas universidades, publicándose entonces en las mejores revistas científicas.
Así, hace ya algunos años un grupo de investigadores estadounidense analizó la representatividad de las muestras de los principales trabajos publicados en las mejores revistas de psicología y encontraron un muy llamativo y fuerte sesgo en la selección de los individuos estudiados. Así el 96% de los estudios se realizaron en los países occidentales más desarrollados (América del Norte, Europa occidental, Australia, Nueva Zelanda e Israel) siendo mayoritariamente (un 68% de los estudios) habitantes de los EEUU. Es decir prácticamente nada sobre los comportamientos de asiáticos, africanos o hispanoamericanos. Si somos flexibles y sumamos las poblaciones de estos países obtenemos unos 900 millones de los más de 7.000 millones de pobladores humanos del planeta Tierra, es decir un exiguo 13%, aunque en realidad si ese 68% de estudios realizados en EEUU con sus ciudadanos se ponderara adecuadamente se hundiría la estadística, ya que la población estadounidense es únicamente un insignificante 4% del total mundial. Sin embargo, en casi todos esos artículos de investigación se supone habitualmente que sus resultados son ampliamente representativos del conjunto y rara vez se añade ni siquiera una nota de advertencia de lo lejos que estos hallazgos pueden estar de poder ser generalizados hasta que no se confirmen con muestras más amplias y representativas.
Además el problema se agrava muchísimo más cuando se analizan en detalle los individuos integrantes de estos estudios, porque ni siquiera estos trabajos recolectaron muestras representativas de los habitantes de los respectivos países, ya que en una inmensa mayoría (un 96% del totalde los artículos) los sujetos en cuestión fueron estudiantes universitarios matriculados en cursos de psicología, es decir, un subconjunto para nada típico de sus propias sociedades nacionales. Así entonces las conclusiones sobre los más variados y peliagudos temas como la cooperación, la equidad, el castigo, la percepción propia y del entorno social, la dicotomía entre razonamiento analítico frente a pensamiento holístico, egoísmo frente a altruismo, el razonamiento sobre moralidad, la motivación para conformarse, el concepto de sí mismo y otros muchos se basan en una muestra poblacional totalmente sesgada que se ha definido como “extraña” por su acrónimo en inglés (WEIRD: Western, educated, industrialized, rich, and democratic societies).
Así entonces por ejemplo, un estudio típico de psicología empieza por un reputado catedrático de Harvard o de otra prestigiosa universidad americana de la “Ivy League”, investigador que toma el camino fácil y como tiene a mano año tras año una nueva hornada de estudiantes de su facultad (pues no pierde el tiempo en salir al mundo en busca de especímenes representativos, ni siquiera hasta la facultad de al lado) y les hace rellenar cuestionarios o diseña pruebas para estudiar por ejemplo el altruismo, los códigos de conducta, la retribución o el castigo en el ser humano. Y del análisis de esos cien o doscientos estudiantes, que se publicará en una prestigiosa revista del campo, extrae conclusiones generales sobre cómo nos afecta a los humanos el que se nos engañe, cuanto de generosos somos o nuestra predisposición o no a valorar los hechos científicos frente a los argumentos pseudocientíficos. Es decir, se utilizan como conejillos de indias para entender el comportamiento individual y grupal del ser humano a un conjunto de adolescentes, llenos a rebosar de hormonas, provenientes de las clases medias-altas (hay que recordar que las matrículas en las universidades estadounidenses son de escándalo y que además no se admite a cualquiera), que han abandonado sus respectivos hogares para vivir en un campus universitario que es casi como un parque temático totalmente aislado del resto del país (y del mundo ya no digamos) y encima sólo aquellos que están estudiando psicología y no literatura francesa, química, medicina o ingeniera aeroespacial, y mucho menos el administrativo, el cocinero o el conserje de la facultad son los sujetos de estudio. Y viendo el asunto en perspectiva, es que ni siquiera esos mismos estudiantes de psicología cuando después, transcurridos 20 o 30 años serían capaces de responder a las preguntas sobre cooperación o enfrentamiento, elección de pareja o toma de decisiones de la misma manera que lo hicieron en su etapa universitaria, porque evidentemente sus experiencias vitales habrán modulado y hasta alterado profundamente una personalidad que se estaba formando en su ya lejanísimo pasado adolescente.
Y si abandonamos el conocido entorno occidental y se intentan extrapolar los datos obtenidos con estos estudiantes de psicología a culturas diferentes pues el fracaso puede ser monumental. Y no hace falta irse a complejos comportamientos ligados a los siempre particulares códigos morales de cada sociedad para observar que el razonamiento humano es muy dependiente de la cultura. En unos estudios ya antiguos, recogidos en un libro ya clásico ¡del año 1966! se describe como hasta el más “simple” razonamiento visual puede ser dependiente no sólo del aprendizaje, sino también estar influenciado por la cultura en la que está inmerso el individuo en cuestión. Así la famosa ilusión Muller-Lyer descrita a finales del siglo XIX, consistente en que dos o más segmentos de igual tamaño parecen más grandes o más pequeños dependiendo de si las puntas de flecha añadidas en sus extremos apuntan hacia adentro o hacia afuera, es fuertemente dependiente del entorno cultural, ya que engaña a muchos occidentales mientras que existen muchas sociedades tradicionales de cazadores-recolectores que no tienen ningún problema en determinar la respuesta correcta tal y como indica la siguiente figura
Además, habitualmente en los libros de texto del campo se describe a las personas como que valoran una amplia gama de opciones a la hora de la toma de decisiones, son analíticas en su razonamiento, estan motivadas para mantener un auto-imagen muy positiva y que tienen una tendencia a evaluar sus capacidades como por encima de la media, reflejo de la hiperdesarrollada sociedad en la que vivimos algunos privilegiados. Sin embargo, otros grupos culturales le dan mucha menos importancia al tema de la elección, son más holísticos en sus razonamientos y estan menos preocupados con la visión de sí mismos que en el mundo occidental. Nada por otra parte que no se haya puesto ya de manifiesto en otros aspectos de las ciencias sociales, como ha sido el polémico asunto de la medida de la inteligencia por los famosos test de CI diseñados para evaluar aptitudes dentro del entorno educativo y sociocultural del mundo occidental, como he indicado anteriormenteaquí y aquí.
Así que en resumen, la psicología debe abandonar la incorrecta suposición de que un grupo nada aleatorio de seres humanos es tan bueno como cualquier otro para sus experimentos o que los resultados de un estudio se puedan generalizar de manera casi automática y empezar a diseñar estudios similares a los ensayos clínicos si quiere definir científicamente las generalidades, pero también las particularidades, de los siempre complejos procesos mentales humanos. Es decir, que a esta disciplina le queda todavía mucho camino por recorrer.
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- ¡Sublime! De ahí la importancia de la evidencia en psicología. Los psicólogos son en sí el gremio más laxo en cuanto a metodología y por eso cualquier patraña pasa por estudio psicológico o peor, como están de moda los famosos “experimentos sociales” que tanto circulan en internet y que de experimentales no tienen nada. Saludos.