Parece que no podemos entender ya la vida sin Internet, que ha pasado a ocupar casi el mismo lugar que el agua que bebemos o el aire que respiramos. Pero el mundo fantástico del Ciberespacio sólo es entendible con el actual Capitalismo Global y su división internacional del trabajo, y con un consumo de recursos (algunos estratégicos) y energía e impacto ambiental muy sustanciales, pues para nada es inmaterial
La fe en la todopoderosa tecnología será de las últimas creencias en caer, lo que quizás no empiece a acontecer hasta que entre encrisis la Sociedad de la Imagen, la Información y la Comunicación, que es la que apuntala todavía los “Dioses” de la Modernidad y crea los mitos de la Postmodernidad. Pero, ¿cómo es posible que pueda entrar en crisis ese mundo virtual e “inmaterial”, la máxima creación de las mentes humanas y de la cooperación entre ellas? Esa verdadera maravilla. A pesar de que llegásemos a aceptar que pueda quebrar el Capitalismo Global, nos resistimos como gato panza arriba a pensar que esta otra espectacular construcción social y tecnológica pueda llegar a sucumbir algún día, cuando parece que se mantiene en el aire y vive del mismo, y cuando ha pasado ya a formar parte de nuestra cotidianeidad. Parece que no podemos entender ya la vida sin Internet, que ha pasado a ocupar casi el mismo lugar que el agua que bebemos o el aire que respiramos. Pero el mundo fantástico del Ciberespacio sólo es entendible con el actual Capitalismo Global y su división internacional del trabajo, y con un consumo de recursos (algunos estratégicos) y energía e impacto ambiental muy sustanciales, pues para nada es inmaterial como hemos apuntado en otros trabajos (Fdez Durán, 2009 y 2010). Y todos ellos van a saltar seguramente por los aires en las próximas décadas, o van a condicionar muy seriamente su despliegue. Es por eso por la que la Sociedad de la Imagen, la Información y Comunicación no saldrá indemne.
La pregunta del millón es ¿cuándo ocurrirá? Es difícil de decir, pero muy probablemente entre 2025 y 2050, como fechas tentativas. La del inicio del pico del carbón, y la de su posible caída brusca mundial, tras una larga meseta de declive suave (ver figura 1).
La dependencia de la generación de energía eléctrica respecto del carbón es tal (el 40% a nivel mundial hoy en día), que irá creciendo irremisiblemente de aquí a 2025, para agudizarse aún más después de esa fecha, lo cual hará imposible mantener la producción eléctrica en sus actuales niveles, con una energía neta declinante, aparte que su coste se disparará (esto está ocurriendo ya). Todo ello afectará de lleno al mundo virtual, pues habrá forzosamente que elegir cuáles de las muchas otras necesidades que requieran de energía eléctrica atender. ¿Iluminación, ascensores, abastecimiento y saneamiento de agua (1), climatización, hospitales, transporte (metros y ferrocarriles, pero también aeropuertos), producción industrial, cadena alimentaria y restauración, maquinaría y cacharrería eléctrica y electrónica y hasta el coche eléctrico (?), p.e., o Aldea Global y Ciberespacio? Con seguridad no habrá suficiente para todos los usos posibles e imaginables, y habrá que optar, al contrario de lo que ocurre hoy en día en los espacios más ricos del mundo, aunque por supuesto no en amplias zonas del planeta, que ya sufren diariamente esta situación con apagones continuos (Heinberg, 2009). Será pues una decisión política, no técnica, el qué hacer con una energía eléctrica declinante y cada vez más cara.
Diversos teóricos y escritores ya han apuntado esta posibilidad de quiebra progresiva del mundo virtual, y algunos la han denominado metafóricamente el Error Fatal, por el impacto que tendrá en un Capitalismo Global altamente dependiente para su funcionamiento diario del mismo (Virilio, 2007; Ibarrondo, 2005; Greer 2008 y 2009). Si bien de aquí a grosso modo el 2025, la Aldea Global y el Ciberespacio dejarán ya de ser lo que son en la actualidad, pues su elevado coste se mantiene en gran medida por importantes aportaciones estatales de todo tipo (incluso estratégico-militares: satélites, p.e.) y por un chorro de millones de la publicidad corporativa, que da vida también al Deporte Espectáculo. Sin ellos este mundo no sería posible en su actual configuración, que implica decenas de millones de empleos en los principales Estados.
Y es dudoso que ambos se puedan mantener mucho tiempo en su actual cuantía, si es que aceptamos la más que probable viabilidad de los distintos escenarios apuntados. Pero por supuesto que el mundo de la Imagen, Información y Comunicación no desaparecerá, al menos en el corto y medio plazo, aunque sí sufrirá una fuerte contracción, pues hay muy importantes intereses de las estructuras de poder para su mantenimiento. No en vano ese mundo es el que permite la gobernanza de las nuevas Sociedades de Masas; aunque también le suponga un considerable problema al poder las posibilidades de comunicación horizontal, fuera de su alcance y dominio. Pero este “inconveniente” parece cada vez más acotado, después del primer estallido del llamado movimiento antiglobalización, que fue facilitado por las posibilidades de interacción que Internet aportó a esa “nube de mosquitos” (como lo definió The Economist). Además, el Ciberespacio le brinda también al poder nuevas potencialidades de supervisión y control, y las energías individuales y colectivas dedicadas al mismo distraen a una sociedad desestructurada e hiperindividualista de la posibilidad de constituirse en fuerza social real, con capacidad de promover resistencias y cambios sustanciales.
Si bien en algunas circunstancias Internet ha cumplido un papel relevante en impulsar y aglutinar nuevas dinámicas sociales al margen y en contra del poder establecido (elección de Obama en EEUU, oposición al pucherazo de Ahmadineyad en Irán, estallidos populares en el mundo árabe: Egipto, Túnez, etc.; aunque también estos últimos han sido potenciados por Al Yazira), pero asimismo ha sido utilizada a favor de opciones “neofascistas” (Tea Party, p.e.). Es pues un arma de doble filo, que para nada hay que minusvalorar, pero que es preciso situar en su justo término. Por último, decir que elementos estratégicos que hacen viable el funcionamiento de la Sociedad de la Información y Comunicación, pueden resultar muy difíciles de mantener y substituir en el medio plazo. Por ejemplo toda la red de satélites que permite su actividad y que son claves también para la operación de sistemas como el GPS.
El coste de reposición de esos satélites (de vida limitada) se disparará con el declive energético, y cada vez será más costoso el mantenimiento de dicha superestrucctura espacial. EEUU ya está abandonando la carrera espacial ante el coste inmenso que le supone, la propia UE es cada día más incapaz de mantener los plazos y las inversiones necesarias para garantizar su proyecto Galileo (que pretende competir con el GPS estadounidense), y eso antes de verse zarandeada por laCrisis Global y del euro.
Y los nuevos actores emergentes globales que se han lanzado locamente a la carrera espacial también, se encontrarán dentro de poco con las mismas limitaciones, sobre todo cuando se profundice la Quiebra del Capitalismo Global. La conquista del espacio habrá sido pues el Sueño de una Noche de Verano, una muestra más de la extravagancia alcanzada por la Sociedad Industrial, en la larga Historia de la Humanidad sobre la Biosfera.
(1) En los países desarrollados el ciclo del uso del agua es uno de los principales consumidores de energía, siendo en ocasiones el segundo sector consumidor, superado únicamente por el transporte (Estevan, 2008).
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