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lunes, 21 de abril de 2014

Sin líderes revolucionarios no ha habido ni habrá revolución


En el aniversario del nacimiento de V.I. Lenin
 
Konstantin Fedorovich Yuon, 1927

Un 22 de abril de hace 144 años nació a orillas del Volga, en la antigua Simbirsk, el líder obrero más grande que ha dado la historia. Lenin dirigió con el resto de cuadros bolcheviques la primera revolución socialista de la humanidad. Sus primeras palabras en la tribuna del Congreso de los Soviets (Noviembre de 1917) fueron: “Ahora procederemos a la edificación del orden socialista". El sueño y el anhelo de Marx y Engels se hicieron realidad. 
Gracias a su especial sensibilidad, capacidad de análisis, constancia, estudio y aplicación de la teoría marxista, los camaradas de los que se rodeó, circunstancias históricas que vivió, espíritu de sacrificio y un largo etcétera, consiguió un liderazgo político que muy pocos discutieron en vida y mucho menos después de que muriera por las secuelas de los tiros que recibió traicioneramente en agosto de 1918. Su liderazgo no solo era natural entre l@s comunistas rusos y de otros países de la III Internacional, sino que era aclamado por las masas de obreros, soldados y campesinos de su tierra. 
A la claridad de ideas y complejidad intelectual se le sumaba su capacidad para transmitir la verdad revolucionaria de forma que lo entendiera todo el mundo. Orador profundo y encendido pero a la altura de su auditorio. Político y pedagogo, solo él pudo acuñar la frase “La verdad es siempre revolucionaria" y sin andarse con rodeos practicó hasta su muerte que “La revolución empieza por casa”. 
Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias sino en las repúblicas más democráticas”. ¿Hay alguien que lo haya dicho más claro? Pues aún hay reformistas y seudorevolucionarios que se hacen los locos (o no) y andan coqueteando y jugando a ver cuántos diputad@s logran meter en el parlamento burgués. 
Sé que no seré original, pero voy a volver a transcribir el poema de Bertold Brecht “Los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak honran a Lenin [1]. Transmite el mensaje que él quiso hacer llegar al pueblo trabajador: los líderes y dirigentes comunistas pertenecen al pueblo, forman parte de él, en la medida en que el pueblo mismo los hace suyos y les devuelve el merecido reconocimiento en forma de logros revolucionarios, practicando y ahondando las vivencias colectivas y socialistas que mejoren la vida de las personas. Nunca mitificándolo e idolatrándolo. El Che Guevara es el líder revolucionario que más se le acerca en ese aspecto de la verdadera dirigencia, pues dejó claro como quería que le reconocieran su valía: haciendo revolución. 
La revolución la hacen los pueblos, claro que sí, pero Lenin dijo que “La revolución no se hace, sino que se organiza”, y para ello hacen falta personas que tomen la iniciativa, se comprometan, se formen y se arriesguen para ayudar a organizar la revolución. Solo en el proceso revolucionario se forjan los dirigentes populares y el pueblo trabajador los reconoce como tales. Para eso deben estar entre el pueblo, hablarle con la verdad y con la sencillez, y ser un ejemplo de valentía y de sacrificio. 
Compañer@s y camaradas, hacen falta los líderes que organizarán la revolución socialista que está en marcha. Hay que dar ese paso al frente, hay que teorizar y estudiar, que leer y debatir, pero también es imprescindible formarse en la oratoria y en la pedagogía para que las personas aumenten su conciencia y los reconozcan como sus hermanos y hermanas. No podemos ser extraños que escribamos en un cuarto encerrado. Hay que estar en las barricadas y en las asambleas, en las calles y en las plazas, en las comisarías y en los juzgados o en las cárceles, si hace falta. Dando la cara y educando con el ejemplo. Al pueblo no se le engaña fácilmente. Por eso reconocieron a Lenin como su líder indiscutible. Y a Rosa Luxemburgo. Y al Che Guevara. Y a Mao Zedong. Y a Patrice Lumunba. Y a Marulanda. Y a Constance Markievicz. Y a Emiliano Zapata. Y a Antonio Gramsci. Y a Alexandra Kollontai. Y a James Connolly. Y a tantos y tantas líderes de la clase obrera y campesina en quienes han confiado y confiará siempre el pueblo. 

Los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak honran a Lenin
I
Muchas veces – y con generosidad- ha sido honrado
el camarada Lenin. Le fueron levantados bustos
y estatuas también.
Ciudades y niños llevan su nombre.
Se pronuncian discursos en todos los idiomas
alabándole.
Desde Shanghai hasta Chicago se organizan en su honor
mítines y manifestaciones,
pero veamos de qué forma
los tejedores de alfombras de Kujan-Bulak,
una pequeña aldea al sur del Turquestán,
honraron a Lenin.

Allí, cada noche, se alzan temblando veinte tejedores
del mísero telar. Ronda la fiebre.
Zumban los mosquitos en la estación ferroviaria
que en espesa nube sube de la ciénaga
que está detrás del cementerio de camellos.

Mas el ferrocarril, que cada dos semanas
trae el agua y el humo,
un día trajo también la noticia de que dentro de poco
va a celebrarse la fiesta en honor del camarada Lenin.
Y todo el pueblo de Kujan-Bulak,
los tejedores, los pobres,
decide que el camarada Lenin debe tener también
allí su pequeño busto.
Tiritando por la fiebre todos acuden el día de la colecta,
y con temblorosa mano dan
los kopecs ahorrados con tanto esfuerzo.
Y Stepa Gamalev, un soldado
del Ejército Rojo, sistemático contador y hombre espabilado,
se alegra de ese unánime deseo de celebrar a Lenin.
Pero sus ojos vivos han visto también
las temblorosas manos,
y de pronto lanza una propuesta:
El dinero destinado al busto se gastará en petróleo
que se derramará sobre la ciénaga
que está detrás del cementerio de camellos,
de donde vienen los mosquitos que
causan la fiebre.
Así, combatiendo la fiebre en Kujan-Bulak
será honrado el desaparecido,
pero siempre presente, camarada Lenin.
Fue aceptada la propuesta, y el día
del homenaje, llevando uno tras otro sus destartalados baldes
llenos de negro líquido, todos se encaminaron a la ciénaga
y allí lo derramaron.

Honrando a Lenin se beneficiaron a sí mismos
Y le honraron cuando a sí mismos se beneficiaron.
Aquellos hombres le habían entendido.

II


Hemos visto ya cómo el pueblo de Kujan-Bulak
honró la memoria de Lenin. Derramando
petróleo sobre la ciénaga. Aquella misma noche,
se celebró una asamblea y en ella
alguien hizo la propuesta de colocar en la estación
una placa donde contar
el suceso con la referencia clara al cambio de plan
y la mudanza del busto de Lenin por el petróleo salvador:
y todo en homenaje a Lenin.

Así se decidió
y así fue hecho.

Bertolt Brecht


Notas
[1] “Historias de almanaque”, Bertolt Brecht, Alianza Ed., 2002. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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