Si tenemos en cuenta que los pensamientos tienen una realidad
neuroquímica y hormonal al interior de nuestro cuerpo, parece evidente que su
naturaleza pueda afectar nuestras sensaciones físicas e incluso la salud
corporal.
Existe una cierta tendencia a desestimar el valor o la influencia de
nuestros pensamientos en la realidad. A veces se dice que solo los hechos o las
acciones importan, en razón de que estos son objetivamente verificables y
visibles. Sin embargo, no por el hecho de que parezca encerrado en nuestro
cráneo, el efecto de lo que pensamos es menos real.
Con esa idea en mente, Henning Boecker, neurocientífico de la
Universidad de Bonn, experimentó con el efecto que los pensamientos tienen en
las sensaciones físicas, específicamente los pensamientos de alegría en las
sensaciones de relajamiento y energía en contraste con los de tristeza y su
consecuente expresión física de desgano o cansancio.
Tomando imágenes de atletas que recién habían corrido durante dos
horas a buen ritmo, Boecker encontró que el ejercicio había elevado los niveles
de endorfinas en su cerebro, lo cual produjo a su vez una intensa sensación de
euforia en ellos.
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