Durante los convulsos años de la guerra fría, la gente decía que aquellos que se adherían a los postulados del marxismo leninismo carecían de sentido del humor, y a ello atribuían las caras generalmente hoscas de los líderes de la Rusia soviética.
Sin embargo, mi amigo comunista de los años de la década del sesenta era un hombre de carácter alegre, que de cuando en cuando se tomaba sus traguitos de ron criollo, y hasta del whiskie producido en el seno del imperialismo yanky.
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