por Edgar González Ruiz
Luego de una sangrienta guerra que duró 4 años, el 9 de abril de 1865 se rindieron las fuerzas confederadas, comandadas por el general Robert Lee, que defendían la pervivencia de la esclavitud en el Sur de Estados Unidos. Apenas 1 semana después, el 15 de abril, fue asesinado el presidente Abraham Lincoln, quien encabezó la lucha de las fuerzas progresistas contra la odiosa institución sureña.
A A
siglo y medio de la derrota de las fuerzas esclavistas en la Guerra de Secesión
(1861-1865), Estados Unidos fue gobernado por su primer presidente negro, pero
sectores y grupos radicales, opuestos a la justicia y a la libertad, siguen
oponiéndose a la igualdad racial y a los que consideran enemigos de la herencia
anglosajona y cristiana de ese país. Durante todo ese tiempo, los grupos de la
extrema derecha crearon asociaciones secretas, como el Ku Klux Klan (KKK), para impedir que los negros pudieran
ejercer sus derechos.
Imperialismo,
racismo, militarismo y fundamentalismo religioso, así como un acendrado
regionalismo, son las raíces de una ultraderecha que durante mucho tiempo ha
florecido en el Sur de Estados Unidos. Alegatos esclavistas
En el
siglo XIX, la sofística de los esclavistas que controlaban los estados del Sur
incluía lo mismo trucos conocidos de los políticos que prejuicios raciales y
apelaciones a textos religiosos. Alegaban que en La Biblia se aceptaba la
esclavitud, como lo hizo Pablo cuando exhortó a los esclavos a obedecer a sus
amos en su Carta a los colosenses. El apóstol recomendaba a los “esclavos”
obedecer “en todo a vuestros amos” (Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer,
Bilbao, 1976).
Desde
luego, sus citas bíblicas eran selectivas y no consideraban que, en todo caso,
un Estado moderno debe garantizar derechos y libertades a todos sus ciudadanos
por encima de los dogmas religiosos.
Un
racismo a ultranza pregonaba, como lo siguen haciendo sectores ultraderechistas
hoy en día, la inferioridad biológica de algunas razas respecto de otras, lo
que, supuestamente, implicaba que unas deberían servir a las otras.
Había
quienes, con gran hipocresía, se declaraban personalmente contrarios a la
esclavitud, pero afirmaban que los estados sudistas (gobernados por
esclavistas) deberían tomarse su tiempo para cambiar las cosas, y hacerlo
cuando estuvieran dispuestos y “preparados” para ello (es decir, nunca). Otros
aducían nada menos que la “libertad” (que ellos negaban absolutamente a sus
esclavos) de los ciudadanos del Sur para decidir sobre sus “propios asuntos”
sin intervenciones ajenas.
En la
propaganda esclavista destacaban también los estereotipos acerca de la
aristocrática forma de vida de las plantaciones del Sur de Estados Unidos,
basada naturalmente en la prosperidad que brindaba el trabajo de innumerables
esclavos negros. Empero, los sufrimientos de esos últimos, que incluían crueles
castigos físicos, privaciones y humillaciones, así como el mantenerlos en un
estado de ignorancia, conmovieron la conciencia de muchas personas en el Norte
de Estados Unidos que se opusieron a la esclavitud.
Había
también consideraciones de tipo práctico que hacían absurda la pretensión
sudista de mantener la esclavitud, pues con ella algunos estados agrícolas y
divididos entre blancos y negros, se enfrentaban a regiones industrializadas y
más homogéneas.
Como
cabía esperar, el resultado de la Guerra de Secesión fue desfavorable a los
sureños esclavistas, es decir, a las tropas confederadas, pero ellos y sus
adversarios del Norte habían estado y seguirían estando unidos en muchas
batallas.
Camino de guerra: preludio mexicano
Muchos
de los militares que combatieron en la Guerra de Secesión, sea del lado
unionista o del confederado, participaron 15 años antes en la expedición
estadunidense contra México (1846-1848), que derivó en el expolio de la mitad
de nuestro territorio nacional.
El
jefe de las fuerzas confederadas, el general Robert Edward Lee (1807-1870), fue
uno de los ayudantes del general Winfield Scott, quien a su vez dirigió las
tropas que invadieron México. Lee ascendió a comandante luego de la batalla de
Cerro Gordo, y en la de Chapultepec fue herido por los cadetes del Colegio
Militar. Luego de la guerra combatió en Texas contra los apaches y comanches.
Años
después, Lee –al que todavía veneran algunos sectores de la sociedad
estadunidense– estuvo a la cabeza de las fuerzas que con las armas defendieron
la vigencia de la esclavitud de los negros.
No es
raro que quienes pregonaban que los negros deberían ser esclavos vieran con
naturalidad que Estados Unidos promoviera una guerra contra México sólo para
apropiarse de gran parte de su territorio, o se dedicaran a exterminar a los
indios de Norteamérica.
En
ambos casos reivindicaban su pretendido derecho a despojar a sus semejantes,
sea de su libertad, como en el caso de los negros, o de sus tierras, como en el
de México, o de su existencia misma, como con los indios.
El
corpulento y enfermizo general Winfield Scott (1786-1866) participó también en
ambos conflictos: al frente de las tropas estadunidenses en México y en la
Guerra Civil contras las Fuerzas confederadas. Como otros generales, Scott
participó también en las guerras genocidas contra los indios. En 1852, fue
candidato a la Presidencia de Estados Unidos, pero fue derrotado por Franklin
Pierce (1804-1859), quien también había participado como oficial en la guerra contra
México.
Ulises
S Grant (1822-1885), que derrotó a las Fuerzas confederadas, empezó su carrera
militar en la guerra con México, lo mismo que su lugarteniente William Tecumseh
Sherman (1820-1821), quien además luchó contra los indios semínolas; Grant ocupó
la Presidencia de Estados Unidos de 1868 a 1876.
En
uno de sus escritos, Grant reconocería que la guerra de Estados Unidos contra
México fue “una de las más injustas que jamás haya librado una nación fuerte
contra una más débil”; en una de sus obras, el escritor mexicano Manuel Payno
(1810-1894) relató la participación de Grant en la guerra con México.
Trayectorias
militares como las antes mencionadas resumen el legado imperialista de la
superpotencia. Por otra parte, la anexión de los territorios mexicanos que
pasaron a formar parte del Sur de Estados Unidos estimularon los deseos
expansionistas de esa región, cuyos amos querían que esas tierras fueran otros
tantos estados esclavistas.
Un imperio esclavista
Algunos
esclavistas urdieron planes delirantes para extender la esclavitud a todos los
territorios situados al Sur de Estados Unidos.
En su
libro Black diamonds (Diamantes negros), el virginiano Edward A Pollard
pregonaba los supuestos beneficios de extender así la servidumbre mediante un
imperio “fundado en ideas militares, que representan las nobles peculiaridades
de la civilización del Sur […] un imperio que armonizaría la fuerza, la
prosperidad y la gloria, con un grado de perfección que jamás en los tiempos
modernos había sido conocido en un gobierno” (véase de Daniel Mannix y M
Cowley, Historia de la trata de negros, Alianza, Madrid, 1970, página 258).
De
acuerdo con esas ideas, en 1855, el filibustero William Walker invadió
Nicaragua, que gobernó durante un breve periodo, y tuvo como uno de sus
principales proyectos instaurar en el país la esclavitud y el tráfico de
esclavos.
En
1859, 2 años antes de que se iniciara la Guerra de Secesión, en estados como
Luisiana y Mississippi se había organizado una asociación secreta cuyos
miembros se llamaban Caballeros del Círculo de Oro, que era el de una unión de
estados esclavistas que se pretendía formar alrededor del Caribe y del Golfo de
México. Como parte de sus proyectos, hicieron campañas para derogar todas las
leyes que se oponían al tráfico de esclavos, mismas que les impedían obtener
fácilmente esa fuerza de trabajo.
El Ku Klux Klan
Apenas
terminada la Guerra Civil, exoficiales confederados fundaron el Ku Klux Klan
para mantener, mediante métodos violentos, los privilegios de los blancos y
negar los derechos de los negros. Fue disuelto en 1870 por intervención del
entonces presidente Ulises Grant, pero se refundó en 1915, fecha en que también
se difundió la famosa película El nacimiento de una nación, de Griffith, donde
se hace una encendida apología del Ku Klux Klan, a la vez que se presenta una
visión desfavorable de la raza negra.
En
contraparte, el escritor Richard Wright (1908-1960) en su libro autobiográfico
Black boy (Mi vida de negro, Sudamericana, Buenos Aires, 1962) relata que en su
infancia tuvo conocimiento de las actividades del Ku Klux Klan para evitar que
los negros pudieran votar y encontraran empleo. Describe la segregación y la
violencia contra los negros, así como la propaganda del Klan, donde “los
linchamientos eran apoyados con pasión para solucionar el problema negro” (obra
citada, página 139).
Se
calcula que hacia 1920, el KKK contaba con 4 millones de miembros. Además de su
odio contra los negros, el KKK adoptó tintes antisemitas y ha sido rabiosamente
anticomunista, como todas las organizaciones de la derecha.
Puesto
que defienden la supuesta pureza de la civilización blanca en Estados Unidos,
también son enemigos del catolicismo, por considerarlo una influencia extraña a
las raíces de esa nación, predominantemente protestante.
En la
época de la Segunda Guerra Mundial, la ideología de los klanes (como suele
llamarse a los miembros del KKK) los llevaba a simpatizar con el nazismo, que
pregonaba también la supuesta supremacía de los blancos. Precisamente en 1939
se filmó la película Lo que el viento se llevó, basada en la novela de Margart
Mitchell, quien no ocultaba su devoción por la defensa del modo de vida
sudista, basado en la esclavitud.
A 6
meses de publicada, se habían vendido casi 1 millón de ejemplares de la novela,
lo que demuestra la fuerza que históricamente ha tenido en Estados Unidos el
racismo y la mentalidad conservadora, pues en dicha obra se defiende el
surgimiento del Ku Klux Klan y se describe peyorativamente a los negros.
Leemos
en ese libro que el Klan surgió por la “trágica necesidad” de los blancos de
defenderse contra los supuestos crímenes que los negros podían cometer contra
ellos y especialmente para que las mujeres blancas no fueran violadas por sus
antiguos esclavos (Margaret Mitchell, Lo que el viento se llevó, Ercilla,
Santiago de Chile, 1940, tomo II, página 175).
Acerca
de los negros liberados, esa autora afirmaba que “al igual que los monos o los
niños pequeños se dedicaban a apoderarse de tesoros cuyo valor no estimaban y
se mostraban feroces ya por el perverso placer de destruir o ya simplemente por
ignorancia”.
En
décadas posteriores, el KKK se opuso con violencia a los proyectos contra la
segregación racial, de tal suerte que sus acciones incluyeron varios asesinatos
así como atentados terroristas. Actualmente, siguen existiendo grupos del Ku
Klux Klan, pero se trata de una organización totalmente desacreditada ante la
opinión pública, que cuenta sólo con algunos miles de miembros.
En el
siglo XXI, el triunfo de la igualdad y de la libertad contra la esclavitud y el
racismo se vio ratificado con la elección del primer presidente negro en la
historia estadunidense, si bien en otros aspectos Barack Obama ha demostrado
ser un hombre identificado con las tendencias imperialistas de su país.
Por
otra parte, la mentalidad que animó a las huestes racistas sigue viva, tal como
se ha manifestado en episodios recientes.
En
2007 se reportaron en Arizona campañas del Ku Klux Klan contra migrantes
mexicanos, a quienes los acusaba de quererse apoderar de Estados Unidos: “…el
grupo racista repartió en condados del estado de Virginia panfletos para
alertar sobre la “invasión” de los mexicanos a ese país: ‘¡México está
invadiendo […] agitan ya la bandera de México en nuestras narices! ¡No están
aquí para asimilarse, están aquí para formar su propia nación! ¡Y a no ser que
nos movilicemos ahora, lo lograrán!” (www.crónica.com.mx,
9 de septiembre de 2007).
Asimismo,
en Kentucky, un niño fue atacado por activistas del Klan en un parque de
diversiones (www.radiolaprimerisima.com/n...). En enero de 2014, algunas
personas avisaron a la policía que en localidades de Filadelfia se estaban
repartiendo volantes del Ku Klux Klan (www.heraldmailmedia.com/news...).
Mientras
tanto, en el ciberespacio, en una página del Ku Klux Klan (www.kkk.com) se advierte
que “hay una guerra racial contra los blancos”, y se exhorta a éstos al “amor a
la familia y a la nación”, a los “principios de la civilización cristiana”.
Desde
luego, grupos del KKK han estado protestando contra el presidente Obama, a
quien califican de “mandatario ilegal” que “tiene que ser apartado de su
cargo”, y le exigen el endurecimiento de las leyes de inmigración (http://actualidad.rt.com/sociedad/v...).
En
agosto de 2014, el Klan encabezó la defensa pública del policía Darren Wilson,
que en Ferguson, Misuri, mató a un joven negro de 18 años; la organización
racista estuvo recaudando fondos que ascendieron a cerca de 250 mil dólares,
para apoyar al agente y a su familia (http://vozpopuli.com/actualidad/482...).
En la
Navidad de 2014, en Rutherford, Carolina del Norte, el Ku Klux Klan distribuyó
un folleto de propaganda titulado Sin Cristo no hay Navidad (http://newjersey.news12.com/news/ku...).
Fuente
Contralínea (México)
Contralínea (México)
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