¡Eureka! dicen que gritó Arquímedes a viva voz cuando se levantó de un salto de la bañera y salió corriendo desnudo por las calles de Siracusa.
Tal fue la alegría de este inventor griego al descubrir que un cuerpo sumergido desplaza un volumen de agua equivalente al suyo que no reparó en vestirse.
Hay algo en esta historia que exuda pureza: he aquí un hombre, una tina llena de agua y un descubrimiento genuino que cambió el mundo.
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