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miércoles, 25 de abril de 2012

JUAN BOSCH: La democracia es el hogar de la dignidad humana.


Puerto Rico. 29 de junio de 1965

El Departamento de Estado norteamericano (para los días de la guerra de Abril 1965) hizo publicar una lista de 53 comunistas dominicanos; después, una de 58; al fin, una de 77.

Debo aclarar que en el año 1963 en la República Dominicana había mucha confusión política, y algunos millares de personas, sobre todo jóvenes de la clase media, no sabían aún a ciencia cierta qué eran y qué querían ser, si demócratas o comunistas. Pero eso había sucedido en casi todos los países donde hubo dictaduras prolongadas, una vez pasaron esas dictaduras; y cuando transcurrió cierto tiempo y el panorama político se aclaró, mucha gente que había comenzado su vida pública como comunista se pasó al campo democrático. En 1963, la República Dominica necesitaba que se le diera tiempo al sistema democrático para aclarar la confusión.

(…), ahora bien, si no había comunistas suficientes para tomar el poder, había en cambio un fuerte sentimiento opuesto a que los comunistas fueran perseguidos, y el origen de ese sentimiento estaba en que durante su larga tiranía, Trujillo había acusado siempre a todos sus adversarios de ser comunistas, y los adversarios de Trujillo eran o muertos o torturados o perseguidos sin piedad; de manera que anticomunismo y trujillismo acabaron siendo términos equivalentes en el lenguaje político dominicano, y como trujillismo significaba crimen, anticomunismo pasó también a significar crimen. Por otra parte, los organismos de represión del país —la Policía y las Fuerzas Armadas— eran en 1963 los mismos, y con los mismos hombres, que habían sido bajo Trujillo. Si yo los usaba contra los comunistas, ese aparato de terror hubiera acabado actuando como lo había hecho en los tiempos de Trujillo, yo hubiera terminado en prisionero suyo y al final esas fuerzas desatadas hubieran destruido a las nacientes fuerzas democráticas dominicanas; pues para esos hombres, según habían aprendido de Trujillo, no había distinción entre demócratas y comunistas, y todo el que se opusiera a sus violencias y a su corrupción era un comunista y debía ser aniquilado.

Esta presunción mía era correcta, según lo probaron los hechos. Desde la misma madrugada del 25 de septiembre, día del golpe contra el Gobierno que yo encabezaba, comenzó la policía a perseguir y apalear sin misericordia a todos los demócratas no comunistas que a juicio de los jefes militares podían hacer resistencia al golpe de Estado. 

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