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martes, 29 de mayo de 2012

Una loma llamada Cachote

Yalo para Bureo

Hay lugares que enamoran incluso al más apático de los viajeros. Cachote, por ejemplo. A unos 1,200 metros sobre el nivel del mar, en la reserva ecológica Padre Miguel Fuerte, el pueblito se encuentra más o menos en el centro (algo al sureste) de la provincia de Barahona, a 15 kilómetros de La Ciénaga y a 25 de Paraíso.

Aquí, en medio del bosque húmedo, viven unas 30 familias. Una pequeña cooperativa local administra un centro ecoturístico que ofrece estadía en cabañas ecológicas, acampadas, caminatas por senderos temáticos, contemplación de aves, paseos en vehículo todo terreno y excursiones a nacimientos de ríos. Nada extraño para los experimentados viajeros que ya han recorrido buena parte del país. Pero, ay, no hay forma de llegar hasta Cachote y no quedar prendado de la loma y de su gente.

A medida que el vehículo se adentra en esa zona del Bahoruco Oriental, llegan a la mente imágenes de la comunidad de los hobbits, del Señor de los Anillos. Una espera que, de un momento a otro, salten de repente pequeños elfos o gnomos al centro del camino blanco y empedrado y nos impidan pasar, muertos de risa, a menos que les paguemos un peaje por dejarnos disfrutar de sus tesoros naturales.

La culpa es del verde: el de las laderas suaves de las primeras colinas, el de los helechos gigantes que franquean los senderos, el de los pinos que crecen altísimos, el de esos árboles cargados de guajaca cuyos nombres nunca llegan a tiempo. Es como si el verde se pudiera respirar. En serio.

¿Y las flores silvestres? ¡Un deleite para los fotógrafos, como toda la zona! Las hay de todos los colores y de todas las formas. Y está el centro, con sus cabañas de madera oscura y modesto inmobiliario; el enorme comedor pegado a la cocina de la que salen criollos olores y el patio salpicado de rosas, bromelias, crotos y caprichos.

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