En este casi medio siglo de democracia, la prensa ha resistido todos los afanes y propósitos para adocenarla. La lucha más intensa ñla que no se ve, pero que se expresa con mayor crudezañ se ha librado internamente. Ha sido una larga batalla que se inició con características ideológicas y devino en intereses grupales y económicos.
Por un lado, los farsantes de siempre, los que han vivido de sueños y utopías, y de fracaso en fracaso. Para quienes la mediocridad no tiene otra expresión que la descalificación y la deshonra a quienes sí han sido emprendedores y exitosos, dentro y fuera de este oficio; por otro lado, los que se han resistido al chantaje ideológico, moral o de grupo, y han ejercido la profesión con muchísima humildad pero con sobrada dignidad, algunos de los cuales han llegado a ocupar las principales posiciones ejecutivas en los medios.
Y un tercer frente lo componen los empresarios tradicionales o inversionistas que han irrumpido con mucha fuerza en las últimas décadas creando, en algunos casos, una peligrosa acumulación de medios y reburujando en ellos a mansos y cimarrones.
Esta composición de la prensa dominicana ha permitido el surgimiento de un periodismo independiente que ha ido creciendo y consolidándose con los años, sobre todo en los medios electrónicos, y en particular a través de los programas televisivos de alto rating que dominan la audiencia matutina y que no son propiedad de los dueños de los canales.
Se fueron quedando atrás
Aquellos pontífices del “periodismo sacrosanto”, que durante años enmascararon una posición ideológica pretendiendo liderar a los comunicadores, se fueron quedando solos en la medida en que la situación política se fue redefiniendo, y se vieron obligados a identificar sus simpatías partidarias o grupales. Las elecciones de 1978 constituyeron el punto de inflexión.
Con la llegada del PRD al poder algunos que ocultaron por mucho tiempo su adhesión perredeísta o su compromiso personal con Peña Gómez, se quitaron la careta.
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