Por un lado, los farsantes de siempre, los que han vivido de sueños y utopías, y de fracaso en fracaso. Para quienes la mediocridad no tiene otra expresión que la descalificación y la deshonra a quienes sí han sido emprendedores y exitosos, dentro y fuera de este oficio; por otro lado, los que se han resistido al chantaje ideológico, moral o de grupo, y han ejercido la profesión con muchísima humildad pero con sobrada dignidad, algunos de los cuales han llegado a ocupar las principales posiciones ejecutivas en los medios.
Y un tercer frente lo componen los empresarios tradicionales o inversionistas que han irrumpido con mucha fuerza en las últimas décadas creando, en algunos casos, una peligrosa acumulación de medios y reburujando en ellos a mansos y cimarrones.
Esta composición de la prensa dominicana ha permitido el surgimiento de un periodismo independiente que ha ido creciendo y consolidándose con los años, sobre todo en los medios electrónicos, y en particular a través de los programas televisivos de alto rating que dominan la audiencia matutina y que no son propiedad de los dueños de los canales.
Se fueron quedando atrás
Aquellos pontífices del “periodismo sacrosanto”, que durante años enmascararon una posición ideológica pretendiendo liderar a los comunicadores, se fueron quedando solos en la medida en que la situación política se fue redefiniendo, y se vieron obligados a identificar sus simpatías partidarias o grupales. Las elecciones de 1978 constituyeron el punto de inflexión.
Con la llegada del PRD al poder algunos que ocultaron por mucho tiempo su adhesión perredeísta o su compromiso personal con Peña Gómez, se quitaron la careta.
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