En las noches oscuras de nuestras amarguras nacionales, te veo santo y glorioso, se alzan tus predicas providencialistas hasta los inmensos cielos donde habitan avatares civilizadores, mientras caminamos en la sencillez del evangelio que nos dará la verdadera libertad.
Llegando están los tiempos de los amaneceres de esperanza, se abren los sagrados misterios que nos definen como seres, el universo conspira junto a sus ungidos para cumplir las proféticas ideas que nos legaste en el grito insular que encarnó en tu voz de evangelista, exaltando la Presencia Olvidada por la grey terrenal en la tierra donde vive el pueblo que fue bautizado con el nombre eterno.
Al recordar tu partida de este plano terrenal, al dejarnos tus amores y la soledad de tu presencia, que se hacía más fuerte en nuestras conciencias, no puedo olvidar la tristeza que arropó mi alma, las lagrimas que despedían a un Padre, la confusión que experimentaba un discípulo, sobrecogido en un dolor hondamente sentido, solo me calmaba el saberte espíritu inmaculado, desplegado en los aires que nos darían respiro para seguir luchando por la instauración del Mensaje del Hombre hecho nación.
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